miércoles, 21 de septiembre de 2011

Grecia, una larga agonía hacia el default

Hemos recorrido un largo camino desde el siglo XIX, cuando los gobiernos occidentales recurrían a un procedimiento muy sencillo para lidiar con los países que no cumplían con sus obligaciones financieras: invasión, ocupación y cambio de régimen.

En 1902, Gran Bretaña, Alemania e Italia enviaron una expedición conjunta naval a la costa venezolana y bloquearon y bombardearon sus puertos. Contaban con el consentimiento expreso de Estados Unidos para obligar a Venezuela a pagar sus deudas internacionales. El doctor Luis María Drago, ministro de Exteriores argentino, envió una carta a Martín García Merou, ministro argentino para Estados Unidos donde le decía “La deuda pública no puede desembocar en una intervención militar ni justificar una ocupación material del territorio de las naciones americanas por parte de una potencia europea. En primer lugar, el acreedor sabe que ha contraído un contrato con una entidad soberana y que es inherente de toda soberanía que contra ella no se pueden entablar ni llevar a cabo ningún tipo de procedimientos para la ejecución de una deuda, pues esta forma de cobro compromete su misma existencia y provoca la desaparición de la independencia y libertad de acción del gobierno en cuestión. […] La cancelación y el cobro inmediato de la deuda por la fuerza ocasionaría nada menos que la ruina de las naciones más débiles y la absorción de sus gobiernos, junto con la de todas las funciones que les corresponden, por los poderosos de la Tierra”

No fue ésta la primera vez, ni Venezuela el primer país, dónde las naciones más poderosas del mundo empleaban medios militares para forzar la devolución de la deuda.

La doctrina Dragó fue aceptada universalmente en el transcurso del siglo XX, existe consenso en cuanto a lo que no hay que hacer, que es recaudar la deuda con ayuda del Ejército, pero dónde no existe consenso es cuando se trata de qué es lo que hay que hacer. Cuando los países no pueden pagar lo que deben existen tres alternativas:
  1. Condonación de la deuda.
  2. Renegociación de la misma, el pago se pospone con la esperanza de que las cosas vayan mejor en el futuro.
  3. Suspensión de pagos, se deja de pagar la deuda.


Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía en 2001, explica con detalle en su libro "Cómo hacer que funcione la globalización" el caso del default argentino, en enero de 2002 Argentina se declaró en suspensión de pagos, una de las más importantes de la historia, del nivel similar a la que Rusia había declarado en 1998, después de anunciar que pagaría sólo una parte de lo que debía. Argentina llegó a un acuerdo en 2005 con el 76% de sus acreedores para pagarles 34 céntimos por cada dólar. Antes de la suspensión de pagos,la deuda externa estaba aplastando la economía. Las consecuencias de la deuda son dramáticas, sobre todo al borde del default, para pagar su deuda se exige a los países el sacrificio de sus programas de educación y de sanidad, de su crecimiento económico y del bienestar de sus ciudadanos. 

Argentina demostró una gran capacidad de negociación y una inmensa determinación imponiendo su criterio en contra de seguir el camino que le fijaba el FMI, pero la mayoría de los países carecen de ambas y lo más probable es que se hundan ante la presión de los mercados financieros y del FMI y acepten su ayuda bajo sus condiciones, pero cuando, por temor, la suspensión de pagos se pospone demasiado, los ciudadanos deben afrontar enormes sacrificios. En realidad, se suspenden pagos únicamente cuando no queda más remedio.
Sin aplicar las políticas contradictorias características del FMI, Argentina empezó a crecer, algo que nadie esperaba, sin que del país saliera dinero para pagar a sus acreedores y con la ayuda de una gran devaluación de su moneda. Durante tres años seguidos creció por encima de un 8%, y este éxito lleva a hacerse otra pregunta, ¿debe seguir Grecia u otro país los consejos del FMI? Argentina demostró que hay vida después de la suspensión de pagos, pero hay pocos países con la determinación que demostró Argentina, el temor a las consecuencias de no pagar su deuda conduce a muchos países a hacerlo, lo cual supone imponer enormes dificultades a sus ciudadanos. Mientras las economías de estos países permanezcan estancadas aplastados por las deudas, no podrán acceder a los mercados de capital,por muy fieles que sean al pago de la deuda, pero en cuanto empiecen a crecer, volverán a tener acceso a los mercados de capital, a pesar de haber suspendido pagos.

En todo préstamo hay un prestamista y un prestatario, pero ambos se embarcan en la transacción voluntariamente. Si el préstamo sale mal, existe al menos la presunción de que el prestamista es tan culpable como el prestatario, pues se supone que los prestamistas realizan un complejo análisis de riesgos y valoran las posibilidades del prestatario para concederle un préstamo razonable, por lo que es posible que la mayor responsabilidad sea de ellos. Entonces nos deberíamos hacer esta pregunta ¿Existe exceso de endeudamiento o exceso de crédito?.

El exceso de endeudamiento aumenta las posibilidades de crisis y los costes de una crisis los soportan no sólo los prestamistas, sino el conjunto de la sociedad. Cuando las crisis ocurren, el FMI presta dinero en lo que se llama un “bailout”, o ayuda financiera, pero en realidad, no es el país en cuestión el que recibe la ayuda financiera, sino sus acreedores, normalmente los bancos occidentales que son prestamistas de ese país. En algunas ocasiones, los gobiernos asumen responsabilidades que ha contraído el sector privado, socializando los riesgos de los prestamistas privados, siendo los contribuyentes del país los que pagan los errores de cálculo de éstos prestamistas.

El exceso de endeudamiento,o el exceso de crédito, según el punto de vista de cada uno, está muy relacionado con muchas de las crisis que han marcado las últimas tres décadas. Pero los problemas son más profundos. Los contratos de deuda que permiten al país que se endeuda devolver una cierta cantidad de dólares o de euros y en los cuales los tipos de interés se ajustan a las circunstancias del mercado, sitúan todo el peso del riesgo de la volatilidad o inestabilidad de los tipos de cambio y de interés en los países que reciban el préstamo.
Si un país debe, por ejemplo, 2000 millones de euros y su tipo de cambio desciende un 50%, la suma total de su propia moneda se duplica.
Un coeficiente de endeudamiento con respecto al PIB de un 75% pasaría de repente a ser del 150%, que supera las posibilidades de pago del país.
De igual modo, si los tipos de interés pasan del 7% al 14%, la suma total de su deuda se multiplicaría por dos, esto es lo que le ocurrió Argentina entre 1996 y 2000.

Para empeorar las cosas, suele pasar que muy a menudo se firman préstamos a corto plazo, por lo que los prestamistas en cuanto perciben alguna señal preocupante retiran su dinero del país, si todos los prestamistas prestan a corto plazo y luego todos deciden recuperar su dinero al mismo tiempo, no podrán, esto provoca un pánico, todos los prestamistas correrán a sacar su dinero para salir cuanto antes del país, carrera en la que el país prestatario acaba perdiendo. El famoso “corralito” Argentino fue producido por un pánico de este tipo, ante la fuga de capitales del país, el gobierno anunció el 1 de diciembre de 2001 la restricción al retiro de los depósitos bancarios

Islandia con la encarcelación de sus banqueros ha puesto de actualidad el famoso problema del “riesgo moral”, además, uno de sus grandes bancos, el Landsbankinn, ha tomado la decisión de devolver el 20% de los intereses pagados por sus clientes entre el 31-12-2008 y el 31-04-2011 en concepto de los intereses excesivos impuestos a los préstamos en este periodo, tratándose del primer ejemplo de responsabilidad civil de un banco, algo que debería ser un precedente moral para otras entidades tan responsables de la crisis. Hay riesgo moral cuando una parte no se responsabiliza de todos los riesgos de sus acciones y, en consecuencia, no hace todo lo que puede para evitarlos. Con los préstamos, el riesgo está en afrontar todas las consecuencias de una suspensión de pagos cuando, por su parte, los prestamistas pueden reducir el riesgo de forma sencilla, reduciendo la suma de los préstamos. Si existe la posibilidad de bailout, prestan más de lo que de otro modo harían.

Ahora, ante la inminente probabilidad de default en Grecia y la presión del FMI para que la población adopte sacrificios, alargando su agonía y retrasando la suspensión de pagos que podría ser un punto de inflexión, como ya demostró Argentina, se habla de la enésima inyección de liquidez a Grecia pero, ningún nuevo préstamo del FMI llegará a Atenas, simplemente el dinero se quedará en los bancos alemanes y franceses para pagar parte de lo que Grecia debe.

Yorgos Papandreu y su gabinete, tomaron medidas de ajuste económico fiscal. Las medidas más destacadas han sido la disminución salarial del funcionariado público en un 10%, un recorte del 30% del salario navideño y un aumento de la edad de jubilación desde los 61 a los 63 años. También el IVA ha sido aumentado entre un 0'5% y un 2% a productos seleccionados, así como el impuesto de hidrocarburos y el impuesto del tabaco y del alcohol. Además de un nuevo impuesto inmobiliario.

Para la nueva ayuda, el objetivo principal es una nueva reducción de un 30% de los funcionarios tras haber suprimido ya 200.000 puestos públicos. El objetivo ahora es suprimir otros 150.000 para finales de 2015, como se había comprometido Grecia el pasado julio, como contrapartida por el segundo paquete de ayuda de 160.000 millones de euros.

Para los países europeos es un dilema salir del euro, poner una nueva moneda en circulación y devaluar su moneda supondría inmediatamente declararse en suspensión de pagos, pero el ejemplo de Grecia muestra que igual, debería haber salido hace tiempo y evitar la pesada carga de las medidas de austeridad del FMI sobre sus ciudadanos, tomando el camino de Argentina, hay que quitarse el miedo y apostar por los intereses de los ciudadanos, a pesar de que vayan en contra de los del mercado, siguiendo el camino del FMI se ha visto que no solo las cosas no mejoran, sino que incluso van a peor, la deuda pública de Grecia alcanzará el 189'1% de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2012, calcula el Fondo Monetario Internacional (FMI). Mientras que, tomando el camino opuesto al FMI,  aún hay esperanza, ya que las medidas del FMI solo responden a intereses corporativos, presionando a los gobiernos a ir en contra del bienestar de sus ciudadanos.


Es frecuente que se culpe a un país de pedir demasiado (al igual que se culpa a las personas de que se endeuden por encima de sus posibilidades) cuando, en realidad, quienes prestan los fondos también tienen parte de la culpa, prestan demasiado, sin tener en cuenta si el país que solicita el préstamo puede devolverlo o no. La lucha de la devolución de estos prestamos lleva a dos opciones desagradables: una, suspensión de pagos, y otra, la aceptación de ayuda por parte del FMI aceptando sus imposiciones que conllevan la perdida de la soberanía económica del país, algo que no garantiza, como vemos, que finalmente la única solución sea el default.